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FOTOGRAFÍA
La fotografía me ha enseñado a ser espectador de mi escultura. Todo empezó tras los reportajes que, después de los veranos de 1966 a 1970 y dedicados por entero a la escultura, me hacía “Fachico” fotógrafo amigo de mi hermana Margara (quien también reunía entre sus amigos a Manolo Millares, César Manrique, Martín Chirino, etc.). La sorpresa de aquellas personales visiones fotográficas me descubría nuevas esculturas dentro de las que yo había hecho. Y con esas lecciones empecé a intentar descubrir nuevas perspectivas y ambientaciones de mis propias obras a través de la fotografía.
El taller
El primer espacio que acoge mis figuras es mi pequeño estudio que, convertido en teatro de operaciones, se muestra unas veces como un trágico campo de batalla, otras como un escenario cómico, otras un taller de sastre, y pocas veces permanece indiferente. La idea de que la principal obra de un escultor es su taller la asumí en 1965 cuando visité la primitiva reconstrucción del taller de Brancusi en París. Esta idea se reforzó décadas después cuando se mostraron las reflexiones fotográficas que el propio Brancusi hacía de las obras en su estudio.
Escenas en el taller
Trabajar rodeado de los cuerpos de mis estatuas termina por crearme el complejo de Pigmalión, que lo reconduzco convirtiéndome en fotógrafo “voyeur” de las actividades de esos personajes, y documento fotográficamente sus primeras escenas. Altares paganos, escenografías para relatos sin historia, luchas de derrotados o teatros con títeres sin cabeza, son algunas de las instantáneas que forman un gran archivo fotográfico, realizado como un diario desde hace cerca de 40 años. Sin embargo, al exponer procuro renunciar a estrategias de montaje y no olvido que el “hueso” es la estatua, pues ella ha construido la historia de la escultura, dejando en el olvido el rito religioso de su instalación.
Procesos en el taller
Con la fotografía he encontrado la manera de olvidar el “canto de sirenas” que supone la belleza de las fases constructivas. Son muchas las fotografías que recogen estados intermedios y fijan en mi memoria esculturas que ya no existen, pero que pudieron ser. De esa forma, al quedar registradas en fotografía, me animo a continuar en el acabado, aunque en el camino la obra pierda espectacularidad ganando en intensidad.